RESUMEN
Paulo Freire fue un educador Brasileño y un
influyente teórico de la educación, su pensamiento se basa en una pedagogía en
que la praxis humana, entendida como la acción y reflexión de los hombres sobre
el mundo para transformarlo, es el instrumento principal para ejercer la
práctica de la libertad, en las sociedades que establecen su estructura en la
dominación de las conciencias la pedagogía dominante, es la de las clases
dominantes, en esas sociedades, la educación como práctica de la libertad,
postula necesariamente una pedagogía del oprimido, no pedagogía para él, sino
de él, el sujeto debe construir su realidad a través de las circunstancias que
generan el devenir cotidiano. Los textos que el individuo construye le permiten
reflexionar y analizar el mundo en que vive, pero no para adaptarse a él.
Para que el oprimido logre liberarse debe
hacerlo el mismo, él es sujeto que se debe configurar responsablemente, la
práctica de la libertad, encontrará su fundamentos en una nueva pedagogía en
que el oprimido esté en condiciones de descubrirse reflexivamente como sujeto
de su propio destino histórico, esa pedagogía deberá estar sustentada en la
vida de las subcultura de los proletarios y marginales y su causa principal
será un continuo retornar reflexivo, es decir creación y recreación a través
del método y la práctica de la libertad, esta pedagogía del oprimido será a su
vez liberadora del oprimido y del opresor, el educador practicante de esta
pedagogía deberá inventar sus técnicas y con ellas redescubrir el proceso
mediante el cual la vida se hace historia, éste debería ser el verdadero
sentido de la alfabetización, que el alfabetizando aprenda a escribir su vida,
como autor y testigo de su historia.
La pedagogía de Paulo Freire, como método de
alfabetización utiliza técnica que señalan el sentido y el alcance de su
humanismo, alfabetizar es concienciar, un mínimo de palabras con una máxima
polivalencia fonémica, es el punto de partida para la conquista del universo
vocabular, estas palabras propias del alfabetizando, una vez transformadas por
su sentido crítico, retornan a él, como una acción transformadora del mundo,
estas palabras son llamadas generadoras, porque propician la formación de
otras; de esta manera el alfabetizando logra ver su experiencia a distancia, es
capaz de admirar y en ese preciso instante comienza a descodificar, la
descodificación es análisis y consecuencia de reconstitución de la situación
vivida, reflejo, reflexión y apertura de las posibilidades concretas de pasar
más allá, la comprensión. La conciencia pasa a escuchar los llamados que la
convocan siempre más allá de sus límites, se vuelve crítica.
El alfabetizando se reencuentra con él,
encontrándose con los otros y en los otros, compañeros de su pequeño círculo de
su cultura, se encuentran y reencuentran todos en el mismo mundo común y de las
conciencia de las intenciones que los objetivan, surge la comunicación y el
diálogo que critica y promueve a los participantes del círculo, en el círculo
de cultura no se enseña, se aprende con reciprocidad de conciencia, no hay
profesor, sino un coordinador que tiene por función, dar las informaciones
solicitadas por los respectivos participantes y propiciar condiciones
favorables a la dinámica del grupo, reduciendo al mínimo, su intervención directa
en el curso del diálogo.
Pensar el mundo es juzgarlo, la experiencia
de los grupos culturales muestra que el alfabetizando, no solo copia palabras
al comenzar a escribir libremente, más bien, expresa juicios. Al escribir, el
alfabetizando va asumiendo gradualmente la conciencia de testigo de una
historia en la que él es autor, en la medida en que el la percibe como testigo
de esta historia, su conciencia se hace deliberadamente más responsable, el
método de Paulo Freire coloca al alfabetizando en condiciones de poder trazar
críticamente sus propias palabras para que cuando se presente la oportunidad,
pueda saber y decir su palabras.
Paulo Freire no inventó al hombre, solo
piensa y practica un método pedagógico que procura dar al hombre la oportunidad
de redescubrirse mientras lo asume reflexivamente. El propio proceso en el que él
va redescubriéndose, manifestándose y configurando el método de concienciación,
sin embargo nadie cobra conciencia separadamente de los demás, si así fuera y
cada conciencia tuviera su mundo, las conciencias se ubicarían en mundos
diferentes y separados, lo mismo que si fueran nómadas incomunicables; las
conciencias no son comunicantes porque se comunican; al contrario, se comunican
porque son comunicantes, el dialogo es relacional y en el nadie tiene la
iniciativa absoluta, los dialogantes, admiran un mismo mundo, del él se apartan
y con el coinciden en el que se ponen y se oponen.
A través del diálogo la conciencia adquiere
existencia y busca planificarse. El diálogo no es proceso histórico, sino la
propia historización, la conciencia restituida a través del diálogo se abre
para la práctica de la libertad. Un proyecto de humanización va adquiriendo
traslucidez.
El método de concienciación de Paulo Freire
no pretende ser un método de enseñanza sino de aprendizaje, con él, el hombre
no crea su posibilidad de ser libre, sino aprende ahora a ser efectiva y ejercerla.
A los que construyen juntos el mundo humano, compete asumir la responsabilidad
de darle dirección, decir su palabra equivale asumir conscientemente como
trabajador, la función de sujeto de su historia en colaboración con los demás
trabajadores, el pueblo; al pueblo le corresponde decir la palabra de mando en
el proceso histórico cultural, si la dirección de tal proceso ya es política,
entonces concientizar es politizar y su cultura popular se traduce por la política
cultural; no hay cultura de pueblo sin política de pueblo.
El método de Paulo Freire es fundamentalmente
un método de cultura popular, da conciencia y politiza, es un régimen de
dominación de conciencias en los que más trabajan ni nos pueden decir su
palabra y que las multitudes ni siquiera tienen condiciones para trabajar; los
dominadores mantienen el monopolio de la palabra con que mistifican, masifican
y dominan, en esa masificación los dominados para decir su palabra tienen que
luchas para decir su palabra, aprender a tomarla de quien la retienen y niegan
a los demás, es una difícil, pero imprescindible aprendizaje.
Cuando se analizan las relaciones
educador-educando, dominantes en la escuela actual, en cualquiera de los
niveles o fuera de ella, más convincente es de que estas relaciones sin
carácter especial y determinante el de ser relacione de naturaleza
fundamentalmente, narrativa, discursiva, y disertadora.
Es por esto, por lo que una de las
características de esta educación disertadora es la sonoridad de la palabra y
no su fuerza transformadora. La narración cuyo sujeto es el educador, conduce a
los educandos a la memorización mecánica del contenido narrado, más aun la
narración los transforma en vasijas, en recipientes que deben ser llenados por
el educador. De ahí que ocurra en el que el educador siempre es el que educa;
el educando, el que es educado; el educador, quien sabe; los educados; el
educador es quien da; los otros quienes escuchan dócilmente, el educador es
quien actúa, los educandos son aquellos que actúan en función del educador.
El educador aparece como su sujeto real, cuya
tarea es llenar a los educandos con los contenidos de su narración, Contenidos que sólo
son retazos de la realidad, desvinculados de la totalidad en que se engendran y
en cuyo contexto adquieren sentido. En estas disertaciones, la palabra se vacía
de la dimensión concreta que debería poseer y se transforma en una palabra
hueca, en verbalismo alienado y alienante.
De ahí que sea más
sonido que significado y, como tal, sería mejor no decirla.
La narración, cuyo
sujeto es el educador, conduce a los educandos a la memorización mecánica del
contenido narrado. Más aún, la narración los transforma en “vasijas”, en
recipientes que deben ser “llenados” por el educador. Cuando más vaya llenando
los recipientes con sus “depósitos”, tanto mejor educador será. Cuanto más se
dejen “llenar” dócilmente, tanto mejor educandos serán.
De este modo, la
educación se transforma en un acto de depositar en el cual los educandos son
los depositarios y el educador quien deposita.
En vez de
comunicarse, el educador hace comunicados y depósitos que los educandos, meras
incidencias, reciben pacientemente, memorizan y repiten. Tal es la concepción
“bancaria” de la educación, en que el único margen de acción que se ofrece a
los educandos es el de recibir los depósitos, guardarlos y archivarlos. Margen
que sólo les permite ser coleccionistas o fichadores de cosas que archivan.
En el fondo, los
grandes archivados en esta práctica equivocada de la educación son los propios
hombres.
La razón de ser de la
educación libertadora radica en su impulso inicial conciliador. La educación
debe comenzar por la superación de la contradicción educador-educando. Debe
fundarse en la conciliación de sus polos, de tal manera que ambos se hagan,
simultáneamente, educadores y educandos.
En la concepción
“bancaria” que estamos criticando, para la cual la educación es el acto de
depositar, de transferir, de trasmitir valores y conocimientos, no se verifica,
ni puede verificarse esta superación. Por el contrario, al reflejar la sociedad
opresora, siendo una dimensión de la “cultura del silencio”, la “educación
bancaria” mantiene y estimula la contradicción.
La única manera para erradicar a la educación
bancaria, es estableciendo el equilibrio entre el educador y el educando, para
romper el conjunto de prácticas de la información y establecer así una
información recíproca para desenvolverse en la creatividad, y así entender la
totalidad del mundo.